13/2/18

Polvo eres.


Una sociedad que entierra la sardina pero que es incapaz de ayunar ha enfermado, bulímica, de abulia. Se atiborra de fiestas y de ritos cuyos sentidos ha reducido al absurdo. Es capaz al mismo tiempo de maravillarse de la abstención anoréxica de Bartleby y burlarse, condescendiente y perezosa, de la abstinencia escatológica del Santo Bebedor. Mientras se zampan solomillos los viernes de cuaresma, con su buena conciencia apóstata e ignorante, los filisteos claman humillantes, como si se tratase de las lujuriosas mariscadas que apetecen y engullen otros días, contra el pescado hervido y cotidiano de quienes, creyentes, aplacan y moderan sus deseos en medio del potente y estridente silencio que les envuelve. Festejan y brindan los Epulones que trafican las migajas de sus lazarillos con su blanqueado evangelio ahíto de banquetes y lechos espumosos. Satánicos, exigen creer y convertirse a él con sus sonrisas depredadoras. Desprecian, por agoreras y funestas, las lágrimas del perdón y del arrepentimiento que han proscrito y que han prohibido enjugar. Como, embriagados y violentos, han reducido la gracia a un derecho que reclaman furiosos y malhumorados, resulta intolerable el recuerdo edénico, original, de que polvo somos y al polvo regresaremos. A cada cual lo suyo.

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