3/12/17

Ha venido para quedarse.


Como la primavera de Antonio Machado, la críptica e insulsa frase de marras ha venido y nadie sabe cómo ha sido. Antes, la naturaleza estallaba, sorpresiva, en la melancolía otoñal de la voz de un poeta. Ahora, la fórmula que, si viene para quedarse, debe fosilizar cualquier atisbo de vida se repite con un deje resignado, invernal. Bruñe espléndida con su dureza metálica, neutra, el sombrío poder de la jerga con el que cualquier departamento de organización empresarial la ha facturado. Dado que en nuestra sociedad están proscritas, por agoreras, palabras como dificultad o problema, en su lugar se emplean eufemismos como retos y desafíos, borrados a su vez, en un afán máximo de pureza insustancial, por las vagarosas oportunidades. Es preciso pulverizar cualquier resto de decencia caballeresca y medieval. Queda la mala conciencia que nunca se ha ido. Con estoicismo calculado, casi con una mueca desesperada, no queda otra que recibir al huésped indeseado y temido, sin cesar convocado e invitado. Han venido para quedarse aplicativos, infografías, ránkings, fluxogramas…, acompañados del espectral cortejo técnico que los usufructúa. Han okupado el espejismo reciclado del progreso económico. Con ellos prendemos, hipnóticos, fuego a la riqueza, antes de vender su irrastreable humo. 

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