25/11/17

¡Heteropatriarcal!


Dicha con el ceño fruncido y el tono maloliente, esta imprecación sentencia, como blasfema, toda afirmación sobre la divinidad del ser humano, atribuyéndole en cualquiera de sus manifestaciones la intención de (auto)odio. El objetivo último de sus defensor@s es la destrucción de tal orden, mediante, por ejemplo, la inducción legal del deber de copular caninamente. Está no sólo permitido sino jaleado jadear en la esquina de cualquier callejón no importa según qué combinación. La píldora, el condón o el aborto -o los tres simultáneamente por economía de escala- ahorran consecuencias indeseadas o discapacitadas. Liberada de ellas, igual que una perra puede parir hasta ocho cachorros, la versión humana podrá repartir en breve sus óvulos entre diversas opciones, subcontratando o externalizando sus servicios con el exquisito amparo jurídico de un Estado de De-re-cho. Sería de una intolerable insolidaridad oponerse a tal acto de emancipación de una naturaleza que se ha decretado inexistente. En su clímax casuístico, será un hito la transexual que, tras implantársele un ovario heterosexual fecundado por el semen de su pareja homosexual, dé a luz antes de que un@ y otr@ reviertan su identidad. El padre será la madre y viceversa. Lo llamarán ciencia y felicidad.

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