Cada época
inventa las contraseñas que mejor la evocan. En un mundo legendario, de
ladrones astutos y maravillas sin fin, la entrada al sancta sanctorum de las riquezas sin cuento se lograba con una
orden directa y simple, perentoria y fascinada: “¡Ábrete, Sésamo!”. En un
tiempo desgraciado, de máxima acción y nula narración, el imperativo, que de
por sí es un modo dialogal, es sustituido por la tensa forma impersonal del
infinitivo. En una producción infinita y casual, pura potencia especulativa, se
requiere al máximo que cooperen para el delito varios órganos de una misma
función -por ejemplo, hoy en día la universidad y la empresa-, en la búsqueda
de unos efectos que se prevean imprevisibles y opulentos. Al Sésamo que se abría
y se cerraba con el conjuro del significado le ha sustituido algún algoritmo
arbitrario y eleusino como -otro ejemplo- qwerty123$%, a ser posible con mayúsculas
y más símbolos no alfabetizables. La misma codicia mueve sendas historias de la
Caída. En un caso, vibraba voluptuosa la melancolía de un Edén recobrado y
subterráneo. Ahora, virtual, la frenética y desesperanzada carrera de azarosos efectos agregados cancela ex nihilo el éxtasis de la creación.
26/2/17
18/2/17
Stop violencia!
Con
esta horrenda amalgama sintáctica y ortográfica la buena voluntad del
filisteísmo ambiental se disfraza para su carnaval represivo. Dado que no
existe verdad, cada caso es universal. ¿O es que acaso le puede repugnar a
usted que cuelguen a un gato de un olivo y estar a favor de que se celebren las
corridas de toros? Sin matices, lo mismo y lo idéntico se confunden. "Ni una
agresión sin respuesta" y "paremos la guerra" se convierten en eslóganes
intercambiables. Cualquiera se atreve a abroncar a un crío por
cruzar libremente la calle tras una pelota. ¡No se altere usted! Por un
cardenal en su muslo, será usted presuntamente interrogado. Que da la lata en
el cole, atibórrele a pastillas. ¿O le prefiere infeliz? Cuatro niños se pelean
por una pelota en el recreo: prevengamos los casos de bullying.
Que una niña aparece ahorcada en su cuarto, ¡uy, han fallado los protocolos de
prevención! Cuatro energúmenos irrumpen en una conferencia o queman una
bandera, ¡libertad de expresión! Una persona contrargumenta civilizadamente
las paridas de un@ psicopedagog@, ¡ay, pobre, padece un bloqueo emocional!
Sedados, alienados, alineados, cualquier atisbo de resistencia será eliminado.
Y la violencia -su pornografía- triunfará completamente.
10/2/17
No es no.
A las
falsas disyuntivas como la que plantea “¡sí o sí!” les siguen inevitablemente,
como epítome, las tautologías equívocas. Al afirmar que “no es no” se asume implícitamente que "¡sí o sí!" otro objetivo. En el evangelio de Mateo, Jesús
ordena a sus discípulos no jurar. “Sit autem sermo vester: «Est, est»,
«Non, non»”. Entre el no y el sí rotundamente no hay conveniencia. Lo que uno niega, no es. Lo que afirma, es.
Es propio de una sociedad que cree en lo convencional de las
significaciones confundir la semántica con la ontología. Una afirmación o una
negación pueden deberse a motivaciones, intenciones o causas diversas, pero reducirlas
a sí mismas no tiene otra función masturbatoria que, bajo la forma de la
coherencia, sustraerlas y ocultarlas para poder hacer lo que ahora es y no es.
Es esta una ley fundamental de nuestros filisteos, que los políticos practican
con virtuosismo y que podríamos enunciar como principio de no no contradicción: las cosas son y no son al mismo tiempo. Ejemplo:
los derechos humanos son universales y
dependen de cada cultura. Jamás una adversativa. Todo suma. Es una consecuencia del multiculturalismo que ahora llaman posverdad.
2/2/17
¡Sí o sí!
Pues no. Nuestros
filisteos prosperan planteando falsas disyuntivas que se reducen a una solución
decidida de antemano, indiscutible. ¡En pleno siglo XXI! ¿A quién, si no a talibanes,
se les puede ocurrir contrariarlas? Contra cualquier
forma de discriminación, sin matices, ¡sí o sí! ¿A que sí? A favor de la
salud, ¡sí! A favor de la educación, ¡sí! A favor de la felicidad, ¡sí!
Conclusión: sí al aborto y a la eutanasia, porque sobre tu cuerpo decides tú; sí
al Estado educador, porque tus hijos son de todos y de cualquiera; sí a lo que
te salga de los genitales, porque ¿qué otra razón de peso se puede oponer? Te lo costeamos. Te lo regulamos. J. Este lugar
común se enunciaba antaño, desconsiderado, así: ¡O por las buenas o por las
bravas! El progreso ha sido fulgurante: hoy por las bravas -en política, ni te digo, antidemócrata- se hace todo bien,
de maravilla, porque nada bueno se puede hacer por las bravas. Afirmativos,
propositivos, proactivos, debemos avanzarnos, contorsionistas y sonrientes, a
procurar la realización de cualquier posibilidad que desmienta lo que hasta hoy
se haya podido pensar y sentir, que no es sino una rémora reaccionaria. ¿A que
no?
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